Palencia Entre Líneas

Cuatro apuntes sobre un sentimiento y una forma de vida: la nuestra. Palencia existe, se ve, se toca y se disfruta. Es un modo de vida.

20 febrero 2014

De transportes, intereses y demás

IMAGEN: Alsa City Palencia
¡Quién diría que se ha montado la que se ha montado con el transporte público en una ciudad en la que es tan fácil llegar andando a casi todas partes! Quizás eso sea parte del problema...
Me resulta complicado saber quién tiene razón o quién no está haciendo las cosas bien en la nueva concesión del servicio de autobuses. Pero parece claro que todo parte por las obligaciones que marca el Ayuntamiento de reducir el servicio para reducir costes (esto se sobreentiende).
Voy a intentar hablar desde la lógica. Y parto de que, a menor servicio, menor gasto en recursos: menos vehículos, menos conductores... Lo que, a su vez, se traduce en menos frecuencia de paso, menos demanda (¿para qué esperar, si llego antes andando?)... Y, cuando cae la demanda, llegan las preguntas lógicas de un Ayuntamiento que busca "ahorrar": Si este servicio no tiene demanda, ¿para qué mantenerlo en estas condiciones?
Esperemos que no se llegue a ese punto, pero es verdad que un servicio público mal diseñado o mal gestionado es un derroche para cualquier bolsillo. Y si hay algo que me enfurece es que los servicios públicos, en general, se recorten con cualquier excusa o bajo cualquier eufemismo. Por ejemplo, en Madrid, al recorte de los MetroBúhos en fines de semana y de los primeros servicios diurnos se le llama "reordenación".
Pues bien, la "reordenación" que exige el Ayuntamiento de Palencia no tiene mucho sentido: no lo tiene cuando las líneas más demandadas empiecen a pasar cada 15 y 20 minutos respectivamente. ¡Benditos tiempos aquellos en los que la línea A pasaba cada 10! Y eso de que la línea P, que llega a barrios que no cubrían las otras líneas, pase a tener un autobús por hora, es una broma de muy mal gusto.

¿Por qué no hacer un mapa y unos horarios flexibles, que se acomoden a lo que pasa en cada momento? ¿Por qué no poner buses a cascoporro por las mañanas que den un buen servicio al Campus Universitario y al Hospital Río Carrión? ¿Por qué no trazar líneas más rápidas que unan los barrios más alejados del centro en vez de perderse con tanto rodeo para llegar 50 metros más allá? ¿Por qué no poner líneas especiales en Fiestas, en la Feria Chica, cuando haya partidos en La Balastera (todo volverá, supongo)...?
Lo más recomendable sería adaptarse a la demanda del pueblo y no hacer que el pueblo se adapte a lo que le echen. Hablamos, repito, de un SER-VI-CIO PÚ-BLI-CO.
Es que, después, vienen con la supuesta creación de un nuevo búho para las noches de los sábados, que puede ser una opción interesante, que no cuenta con la aprobación de los taxistas (estad tranquilos, que no va a bajar tanto la demanda como pensáis), pero que me crea algunas dudas. Esperemos a ver...
Y todo este lío para que, al final, lo que ocurre en el día a día es que haya cerca algún alma caritativa que te acabe diciendo eso de: "Tengo el coche ahí aparcado, te acerco, que es un momento".

07 febrero 2014

Los juguetes del Ayuntamiento

Me pasaban esta semana la fotografía de la instalación de un nuevo radar, en la Avenida de Madrid. Otro más. En el Vial son una plaga y en el corazón de la ciudad, los chivatos electrónicos empiezan a ser una tónica habitual. Me sorprendió ver, porque nunca antes había visto una, la señal que advierte en Casado del Alisal, de que ojo con saltarte el semáforo en rojo.
Vivo habitualmente en Madrid, donde pasa más de lo mismo. Cuando apremia la necesidad, sientes que te la clavan por donde pueden. Por motivos de trabajo, tuve que coger un taxi un domingo por la mañana, y el taxista protestaba (y con razón) porque, yendo sólos por el tramo de Santa María de la Cabeza, de sentido único, con varios carriles y sin aceras, no podíamos ir a más de 80 porque había un radar.
Pero es que les va bien a los gobernantes locales para aumentar la recaudación de los Ayuntamientos sin que, en muchos casos, exista peligro para nadie. Se busca la multa, el dinero rápido. Se busca que salte el automático. No existen razones: te pasas, salta el piloto y ya estás fichado. A pagar, aunque sea poco. Un proceso autómata. Una jugada maestra.
Prohibido, prohibido, prohibido, prohibido. No existe la justificación. No existe el margen de maniobra. Sólo el haberte saltado la señal de prohibición. Aunque fueras solo, a 58 kilómetros por hora en vez de a 50 a las 3 de la madrugada un lunes.
Todo esto lo dice un no conductor que sufre, de copiloto, en las rotondas donde descerebrados hacen rectas las curvas, se meten por el carril de dentro y salen por el carril de dentro, sin dar el intermitente. Lo dice un peatón que no sabe si el coche, como tiene el semáforo en ámbar, va a parar, aunque mi semáforo esté en verde, también cerca de una rotonda. Lo dice un ciudadano que entiende que, con las frecuencias absurdas del servicio de transporte público, la gente prefiera moverse en coche por la ciudad, más en invierno y cuando llueve.
Debe de ser que, como está todo tan parado (sin grandes obras, ni posiblidad de grandes ejecuciones), los Ayuntamientos se aferran a estos juguetitos como quien, de niño, tiene una larga tarde de sábado encerrado en su cuarto y tira de sus Construcciones Lego.
Los muchos conductores que protestan y que piensan que los radares son meros instrumentos de recaudación, no pienso que sean unos irresponsables al volante. Tampoco quienes avisan, en redes sociales, dónde se encuentran esos puntos negros... para el bolsillo, sobre todo.