Palencia Entre Líneas

Cuatro apuntes sobre un sentimiento y una forma de vida: la nuestra. Palencia existe, se ve, se toca y se disfruta. Es un modo de vida.

28 noviembre 2013

Un día, la chimenea dejó de echar humo

Se me pasaban por la cabeza estas líneas después de mi última visita a Palencia. El pasado domingo cogía el tren de regreso a Madrid. A la izquierda de la estación, esa torre: la de la antigua Electrólisis del Cobre que sobrevive al paso del tiempo, testimonial, cada vez más cercada por los nuevos edificios.
Era lo primero que saltaba a la vista cuando uno salía de la Balastera. O cuando llegaba, pues no pocas veces, en partidos de mucha afluencia, se utilizaban sus aledaños como aparcamiento.
Mi hora de partida hacia la capital de España era casi la misma a la que sonaba el timbre de mi casa. Entonces, ya tenía puesta la camiseta del Palencia, el carnet en la cartera y era el momento de ir en el Ford Fiesta, aún existente, de mi tío, con el Carrusel Deportivo de fondo, a ver uno de aquellos Palencia-Garray o Palencia-Ponferradina... Sí, ése que ahora se pasea en Segunda y que, en La Balastera, por aquellas temporadas de Tercera, se llevó 7 goles en una bonita tarde-noche fría, como casi todas.
La semana pasada, leía un artículo en mi ordenador de la radio sobre el Cristo Atlético y mi compañero
Lartaun, que pasaba por mi lado, me preguntaba si ahora teníamos algún equipo en Palencia. Todo el berenjenal de sensaciones, explicaciones y argumentos que circulan entre las calles del fútbol de la capital, lo pude resumir del tirón. La situación, tan compleja en su momento, podía dibujarla sencilla: "hay un equipo de un barrio que... Hay otro equipo que... Y se creó otro equipo que... Y, luego, hay un pueblo cercano que..." Ninguno es el Palencia con el que tanto le ha vacilado De la Morena a Bustillo ni tampoco es aquel por el que me preguntó Alcalá en aquel 'Partido de las 12' que hicimos en Palencia, hace poco más de dos años y que ya daba síntomas de no estar muy bien.
La fotografía tomada desde la "portería del río" en esa imagen histórica donde no cabía un alma más en La Balastera, capta la esbeltez de la chimenea que, el domingo, me llevó al recuerdo. Un día, la chimenea dejó de echar humo. Otro día, el viento tiró el muro que había detrás de esa portería. Otro día, ese estadio desapareció. Lo siguiente en apagarse fue el equipo que allí jugaba.
Aquel Cristo que, en los 70, salvó de aquella forma al Palencia de su total desaparición, hoy es el que juega en La Nueva Balastera, prácticamente vacía. El espíritu del fútbol palentino no se ha apagado... Sólo está aletargando.

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