Regreso a mi blog siete años después y esto es lo que pasa
Desconozco la extraña razón por la que he vuelto aquí. Ignoro de dónde me vino el impulso para saber si la llave todavía abría la puerta. Pero entré.
Siete años y pico después, he vuelto al blog que dejé un día cerrado sin saber si regresaría a él. No sé si la falta de tiempo, la irrupción de las redes sociales, o a saber qué motivo, me hicieron abandonarlo sin mala intención alguna. Se quedó cerrado, como los locales del centro de Palencia que decía, por entonces, que no tenían pinta de volverse a abrir.
Siete años y pico después, tampoco es que haya cambiado mucho la situación, parece. Veo que mi Palencia querida tampoco se escapa de la que está cayendo, aunque dé la sensación de que el tiempo revuelto que azota a Madrid y otras grandes urbes amaine un poco al llegar a orillas del Carrión.
Vuelvo a ver de frente el blog, con la decoración de entonces, los enlaces a blogs amigos que ni siquiera sé si funcionan, y con los recuerdos revueltos de la cantidad de ideas por las que me apetecía escribir.
Me metí en las tripas del editor y vi lo que habían cambiado, así que no sé cómo saldrá esto que estoy escribiendo en este momento. Quizás salga distinto, y no sepa ponerlo con la estética de antes. Tengo ganas de añadir alguna foto pero no me acuerdo ni qué es lo que hacía para cuadrar las imágenes con el artículo.
Y leí algunos comentarios sin aprobar. Recuerdo que le puse moderación porque empezó a entrar spam, y yo solo quería tener el blog más o menos aseado. Y los cinco o seis comentarios que tenía por aprobar, escritos, como tarde, en 2020, me llegaron dentro, como cartas abandonadas en el buzón durante tiempo. Me sorprendió que una guardense me escribiera porque oyó de estas líneas en El Faro de la Cadena SER: ¿mi admirada Mara Torres, de verdad? Y con que una persona dijera que echaba de menos leer las tonterías de este palentino que sigue -y seguirá, si Dios quiere- dando guerra en 'Madriz', a uno ya le tocan un poquito el corazón.
Reabrí la puerta de este blog, me fijé la última fecha en la que escribí. Y pensé que, desde entonces, lo más importante de todo es que ahora soy papá de un chiguito. Un chiguito por parte de padre y, lo que me da más alegría: por parte de madre. Pensaba que 'chiguito' era exclusivo de nuestra Castilla, de nuestro palentino. Y me casé en un pueblo de la Vega Baja en la que hay una tienda de ropa infantil que se llama 'Chiguitos', y cuando alguien de por allí nos pregunta que si vamos a salir a alguna parte, añade: "¿y con quién dejáis al chiguito?", como si de Palencia se tratara, pero con un acento muy diferente.
Voy a Palencia menos que antes y, aunque suene a tópico, menos de lo que me gustaría. Allí, la vida de los míos también está cambiando, creo que para bien. Nunca le digo a la gente que quiero lo mucho que les quiero, quizás porque va en el carácter del que tenemos fama o igual porque es una de tantas taras que llevo a cuestas. Y ahora, cuando vuelva a cerrar la puerta, lo hago sabiendo que, pese al polvo y el olor a libro antiguo, me he sentido a gusto durante este ratito de gélido noviembre. Ahora echo la llave con el presentimiento de que la próxima vez no voy a tardar tanto en regresar.


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