Calle Musical
Por cosas del destino y de la vida, y contra toda previsión, he terminado apareciendo en Palencia estos dos días. Este mediodía he vuelto a salir a respirar un poco del buen aire palentino que siempre me hace recobrar fuerzas de cara al tedio de los madriles, y me ha agradado especialmente recorrer un tramo de la Calle Mayor en el que el paseo va acompañado de una música que viene de manos pobres.
Manos pobres porque delante del mendigo hay un platillo con más o menos monedas. Pero es gente que ahí está, que hace un "servicio", que no es molesto, que no obliga a nada y que, en una mañana tranquila, como la de hoy, no estorba y acompaña bien.
En primer lugar, un hombre con su teclado. Un teclado grande, amplio, en el que caben muchas melodías suaves, conocidas o no, que se entremezcla, cuando ya queda atrás la iglesia de San Agustín, con un titiritero que tenía cierto parecido con el mago Tamariz. Manejaba dos músicos. Uno tocaba un violín y el otro... no lo recuerdo bien, me llamaba más la atención el platillo repleto de monedas y el tinglado que tenía el hombrecillo. Un poco más alante un hombre con una armónica, aunque en ese momento pedía sin más. Quizás es el menos bohemio de todos, con su ropa de cuero y su pelo de aquella manera. Y, otro más, un violinista, con todo lo que lleva en sí un violín sonando. Una banda sonora perfecta para un paseo un día normal en una ciudad normal y, especialmente, tranquila. No molestan, no nos quitan sitio. Por mí, que sigan.
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