Manrique como reclamo a la lectura
Hace ya unas semanas que comenzó en la capital de España la IV Edición de una campaña llamada "Libros a la calle" con la que se pretende enganchar al público de a pié a la lectura. Se desarrolla por una gran parte de los trenes metropolitanos y autobuses urbanos de Madrid, en los que una hoja, la primera página de un libro, o bien los primeros versos de un poema aparecen junto a una llamativa ilustración, y ahí quedan al alcance de todos. Abajo, el lema: "No te quedes en la primera página, continúa en tu librería", "Leer nos hace libres (y más felices), "Dime lo que lees y te diré quién eres" y "Ni un día sin poesía". Y en esta edición es donde entra en juego nuestro palentino Jorge Manrique.
Una ilustración con un fondo azul intenso y, abajo, una barquichuela de un hombre cuyo reflejo en el mar se transforma en un esqueleto. Y en medio, su poesía.
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es idoy acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durarlo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar, que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Una obra de arte. Y sólo es el principio. Manrique nos demuestra que allá, en sus tiempos, el hombre también pensaba en lo difícil que eso de la muerte. Algo en lo que, mientras vivimos, no pensamos. O sí, en momentos como el que atravesó el poeta cuando la vio de cerca.
El tópico literario del vita fluminis queda perfectamente reflejado en la obra de Manrique: La vida son los ríos, que van a dar a la mar. Y es lo que, en último término, nos hace a todos iguales. Dos sociedades, la medieval y la del siglo XXI, tan distantes en el tiempo, pero, sin embargo, ¡qué parecidas! Los hombres vivimos y padecemos las tremendas desigualdades sociales entre unos y otros, y sin embargo, la fuerza más brutal, la única que puede acabar con nuestra vida, es la misma para todos. Los ídolos y los endiosados de estas sociedades a veces parecen creer que la canción no va con ellos.
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