Dónde nos dejamos los cuartos
Cuando uno estudia sus primeras nociones de Geografía le enseñan lo que es la inmigración y la emigración, y que éstas son de dos tipos: la interna y la externa. La interna se refiere a movimientos migratorios de población dentro de un territorio. Soy, por lo tanto, un inmigrante en Madrid. O, si se prefiere, un "panchito" español, con la única diferencia que ir a ver a mi familia me cuesta unos 15 euros y estoy a algo más de tres horas de viaje. Y los papeles de allí me valen para seguir aquí.
Siempre que me dejo caer por Palencia, por si alguien no se ha dado cuenta aún, siento cierto placer. Además, últimamente, uno de mis quehaceres habituales cuando vuelvo a mi tierra es ir de compras. No necesariamente para traerme en la maleta un buen queso del Cerrato o un generoso puñado de patatas de La Ojeda, por ejemplo, que podría, y a veces lo he hecho, pero no es ése el caso. Lo hago porque me gusta comprar en Palencia. Sencillamente porque me produce mucha más satisfacción que dejarme los dineros en los comercios de Madrid. Cuando uno se pregunta qué puede hacer por Palencia cuando vive fuera, una de las respuestas las encuentro en el simple hábito de comprar en los comercios palentinos. Cuando las asociaciones de comerciantes luchan sin tregua por mantener con vida los pequeños comercios, cuando luchan por evitar que los palentinos se vayan al Corte Inglés de Valladolid, etc, aquí estoy yo dejándome los cuartos en las tiendas de Palencia.
Como mi emigración es interna, no necesito mandar dinero a mi familia, ni a mis paisanos. Pero me enorgullece ganar dinero de una empresa cuyo centro está en Madrid y que, en una cierta parte, va a parar al mercado local palentino: desde la típica tienda de regalos, el billete del autobús, hasta la tienda de frutos secos del barrio. Me gusta. Incluso cuando compro en las típicas cadenas comerciales (Zara, SPF, Carrefour...) uno contribuye modestamente a que se haga caja y esa tienda evite cerrar, que aunque los beneficios no sean en ese caso para ningún empresa palentina, sí lo sean para que los palentinos que trabajan en ella puedan mantener, si la empresa lo permite, su empleo y sueldo.
Reconozco no haberme cortado el pelo jamás en Madrid, siempre voy a ver al bueno de Jesús, que conoce mis pelajos desde que iba al colegio. Y que Centro Comercial más bonito se encuentra en la Calle Mayor de Palencia (y aledaños), al aire libre, con siglos de historia a sus espaldas. Y que las librerías Alfar o la "Amarilla" nunca perderán el encanto que les proporciona tanta cantidad de libros y ese "tú a tú" con el que siempre te han atendido. Y que tomarse una copita "en vaso grande" por algo así como 4 euros... visto lo visto, el placer va más allá de saborearlo.
En ese sentido, uno es afortunado de seguir teniendo Palencia como punto de partida. Un día tuve que emigrar, pero tenerla tan cerquita siempre es un privilegio. Y, aunque sea para, en un futuro, pasar mis últimos días, siempre me queda la esperanza del "panchito": «volver allá algún día, y que la situación haya mejorado».
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