Palencia Entre Líneas

Cuatro apuntes sobre un sentimiento y una forma de vida: la nuestra. Palencia existe, se ve, se toca y se disfruta. Es un modo de vida.

25 diciembre 2025

La Navidad que, a veces, se nos olvida, aunque Palencia esté para enmarcar

Prometí volver, y aquí me hallo de nuevo, en una fecha significativa que cada uno vive a su manera. Incluso para la gente sin fe, el calendario marca el día de Navidad.

Y no deja de sorprenderme, para bien, cómo Palencia, de un tiempo a esta parte, se ha puesto a la par de las grandes ciudades en cuanto a decoración se refiere. Los led, los colores inimaginables, un tren infantil por allí, animación por allá, un carrusel, una 'Cabalgaza', una pista de hielo -cuando salen las cuentas-... ¡Qué se yo!

El caso es que Palencia queda bonita. No ya solo por las luces, sino por los escaparates, los balcones, lo que cada uno quiera añadir a lo suyo para que la niebla y las heladas se hayan menos hostiles con quien pasea, quien vuelve a casa y sale al reencuentro de los suyos o quien echa una mano a Sus Majestades por los comercios que resisten a las maldadas. 

La Navidad en Palencia queda muy 'instagrameable', y eso son puntos para presumir, de puertas para fuera, de que también en Palencia se lo trabajan. Este año, la puesta en largo de las luces de Navidad quedó inmortalizada, precisamente, en esa red social, en la que el mismo Ayuntamiento expuso un álbum de hasta 19 fotografías de lo que fue una tarde muy interesante. Pero me llama la atención que solo en una de esas 19 imágenes, y de forma minúscula -porque la foto es desde arriba-, se vea el icono más importante y más longevo en la decoración de nuestra ciudad: el portal de Belén de la Plaza Mayor.


El recuerdo que tengo de Palencia en Navidad cuando era un crío, hace treinta y tantos años, lo conforman las luces de entonces -más escasas que ahora-, la Cabalgata, el Nacimiento de la Vera Cruz con sus rayos y centellas, las visitas a las jugueterías y hasta el triste luminoso con forma de vela o estrella que uno se encontraba en Reyes Católicos al volver al barrio por la noche. Y, por supuesto, el Belén. Ese Belén de grandes piezas, que hay que ver con los ojos y estatura de un chiguito, en el que al Niño Jesús le colocaban sobre el pesebre tal día como hoy. Ese Belén montado en un establo como el que podían tener cualquiera de nuestros tíos o abuelos en el pueblo, con un buey y una mula del tamaño casi como los que podían tener ellos, y con mucha paja, como la que abunda por los campos y cuadras de nuestros pueblos. Ese Portal de Belén que las cabecitas interpretan cuando están en fase de descubrirlo todo, a sabiendas de que lo mejor está en la madrugada del día seis porque los Reyes Magos, efectivamente, le llevaron regalos a Jesús.

Lo de la nieve en Navidad, por aquello de darle el toque, es para temporales que no nos vienen bien. Cuando me vine a Madrid, los amigos que me eché en la carrera y que venían de ciudades con Corte Inglés, me preguntaban cual bicho raro: "¿No teníais Cortylandia?" Palencia ha sobrevivido sin Cortylandia, y ni falta que hace.

Alabo el esfuerzo por que Palencia esté bonita, esté en el mapa, sea agradable, los niños lo flipen y los mayores, también. Pero volviendo al principio, lo de las luces, las copas y la fiesta es porque celebramos en familia que Dios se hizo hombre en Jesús, aunque, a veces, se nos olvida. Pero Nochevieja es otro cantar.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio