Palencia Entre Líneas

Cuatro apuntes sobre un sentimiento y una forma de vida: la nuestra. Palencia existe, se ve, se toca y se disfruta. Es un modo de vida.

31 enero 2013

El dia que Molo se hizo del Caja

Molo, como uno más (porque lo es) de 'Futsal Cope', se vino a Segovia, aprovechando la invitación de la buena gente que hay por aquellas tierras. La noche la acabó por un bar elegante con una camiseta del Caja Segovia, no menos elegante, firmada por toda la plantilla.
Un tío al que la música es lo que le gusta, y el Real Valladolid también, no sólo no resistió ante los encantos gastronómicos de la ciudad del acueducto, sino a los encantos que le da su fútbol sala.
Para mí, también fue mi bautizo en la Catedral de este deporte. El Pedro Delgado se llenó hasta la bandera y el partido fue una auténtica maravilla. Aforo pequeño, pabellón moderno, y afición de diez. El Caja cumplió. Molo venía el lunes a la radio, exultante, limpio de toda resaca segoviana, diciendo: "Ey, chavales, del Caja a muerte".
Como palentino, y 'antojón' que estoy, volví a desear algo parecido para Palencia. Y eso que el baloncesto da mucho de eso.
Sólo siete días después, aparezco en Salamanca. Otra vez, pero de otra forma. Pincho va, pincho viene. Renuncié a explicarles a mis amigos lo de la Primera Universidad de España... No era el momento, aunque podría. 
"Salamanca es buena plaza", me dijeron. Las tortillas de toda la vida, abiertas a la mitad y rellenas de cualquier cosas gratinable conviven con el pincho pijo que parece haberse puesto de moda: "pitifuá con pitifuá", con caramelizaciones y puntos de cocción más exactos que las propias matemáticas. Los bares, llenos.
Repito como 'antojón' palentino: quiero ir a Palencia de tapas sin esperar a que sea San Antolín. Gracias, Moesía y demás bares de la Tejera... Gracias, Rivera 13... Gracias, Fontana de Oro... Gracias por descubrirnos que la caña, sólo un poquito más cara, compensa más con un pincho "gratis". Porque Castilla y León vende más que Catedrales preciosas y gente amable.
Julián Duque, presidente de la Asocación de Hosteleros de Segovia, nos decía que el reto que tienen, con la crisis de por medio, es invitar a que la gente no se quede en sus casas. Y más razón que un santo. Yo soy de la partida de que, en todo presupuesto, debe quedar algo para ese momento de encuentro con los amigos. Y ya no es tomarse una copa (o lo que sea) en casa. Es tomarla con los tuyos junto a los de tu entorno. Pero entiendo que hay quien no se lo puede permitir porque la que sigue cayendo hay paraguas que no lo aguantan.
También como 'antojón', deseo que éste sea el primer problema de todos que se solucione. Que el dinero no da la felicidad, pero tampoco nos gusta que se lleven lo nuestro sin pagar.

17 enero 2013

Cuando el fútbol se convierte en un grave problema de dinero

IMAGEN: Web Cristo Atlético
Luis Ángel Duque decía, en la radio, cuando comentaba partidos, una frase que viene al pelo: No me gusta cómo caza la perrita. El fútbol palentino está mucho peor de lo que pensábamos.
Ahora, es el Cristo. Un club que, en verano, se planteaba comprar una plaza en Segunda B, resulta que, a media temporada, no tiene ni para pagar la gasolina de los jugadores. Y tampoco ha conseguido el reto de convertirse en el referente del fútbol palentino, aún estando, deportivamente hablando, más vivo que el CF Palencia.
Precisamente ese 'mal rollo' que se ha creado entre los dos equipos no ha beneficiado a nadie. Se provoca no ya el rechazo de los de un equipo hacia otro, sino el rechazo hacia cualquiera de los dos. Y ésta no es la causa principal del estado de quiebra de los dos principales equipos de la capital, como sabemos de sobra.
El CF Palencia, a día de hoy, es un alma en pena que vaga por el limbo sin saber si podrá volver a la vida o morir. Insisto, una vez más, en que es de valientes la actitud de los jugadores, capaces de seguir ganando partidos sin entrenar, dispuestos a no cobrar, y sin querer tirar la toalla. Pero si al club no le llega dinero, es imposible que siga adelante. Y no me refiero a la limosna que se pide entre los propios aficionados. El agujero es tan sumamente grande que se tardaría, a este ritmo, años y años en restarle profundidad. Y no es seguro caminar entre arenas movedizas. Hacienda manda y Hacienda le tiene pillado de pies y manos a una entidad llamada Club de Fútbol Palencia. El dinero ya sabemos dónde irá, en caso de seguir con vida. ¿Cuánto tiempo tardaría en finalizarse el embargo? ¿Está el equipo capacitado para aguantar... cuántas temporadas sin que cobre absolutamente nadie? Al menos, el Ayuntamiento ha puesto de su parte y ha permitido encontrar la forma de que el equipo juegue en La Balastera... Por el momento, este domingo.
El caso del Cristo, más de lo mismo. Ahora el equipo lucha por convertirse en SAD y que haya alguien con ganas de sacarlo adelante, que seguro que lo hay, aunque la aventura es difícil. Sacar dinero de particulares y empresas es un trabajo de chinos con los tiempos que corren.
Parece mentira que todo esto esté pasando en uno de los grupos de la Tercera División española. Pero ocurre. El fútbol se ha vuelto tan profesional en cualquiera de las categorías de nuestro país que cada vez se hace más complicado mantener un club, que no deja de ser un grupo de chavales que, como en nuestra infancia, se juntaba para echar un partido cada viernes contra otros chavales. Parece mentira que uno de los deportes más baratos de practicar (véanse algunas de las leyendas que surgen de las fabelas brasileñas) se haya convertido en un grave problema de dinero.

11 enero 2013

La legión de la morcilla y la cecina

A una hora de tren de Palencia se encuentra uno de los rincones de Castilla y León que mejor sabe. León procede de 'legión' y no del animal que luce su escudo. A León le baña, como a Palencia, un río de los que sale en el Libro de Sociedad en 4º de EGB y nunca más vuelves se vuelve a oír a hablar de él, salvo que algún loco se tire y salga en los periódicos. León sabe a cecina curada, a exquisita morcilla, a sopa de ajo y a las croquetas del Rebote. No parece normal que ese sitio esté siempre tan lleno, a no ser que se prueben algunas de sus croquetas de morcilla, pizza, bacon, atún o lo que se les pase por la cabeza a sus dueños, porque seguirían triunfando. León es, por lo tanto, la legión de la morcilla y la cecina.
El cocido, dicen, no deja de ser algo más tirando a maragato, pese a que hay sitios que lo sirven y, en invierno, con frío castellano acompañado de niebla, es algo que apetece.
Pienso que la majestuosidad de la Catedral de Burgos y la sobre-belleza de la de León se comen, de lleno, a la de Palencia, que se encuentra en medio, recibiendo sombra de las dos. Y yo, acostumbrado a la amplitud de la 'Bella Desconocida', cualquier otra catedral me parece más pequeña (y es que lo son). Pero lo de las vidrieras es algo mágico. Las torres que presiden la Plaza de Regla, con el rosetón visto desde fuera, nos preparan para algo interesante en su interior. Y la visita, la verdad, no decepciona. Entrar cuesta 5 € con audioguía y pase al Claustro. Lo de subir a las torres es dinero aparte.
No pocos palentinos me habían hablado de las tapas de León, que ya van incluídas en el euro (o euro con diez) que te cobran por un corto de lo que sea, o un vino pagado como tal. Casi tantos (o más) que los que me mencionaron la catedral o el Musac. Y no es de extrañar que si, en mi única visita a Gijón encontráramos un porrón de paisanos, en León conociéramos a un dependiente palentino en una tienda de alimentación.
Lo nuestro sigue siendo (más que menos) bueno, pero es 'peligroso' salir ahí fuera y seguir conociendo mundo para darnos cuenta de nuestras virtudes y, sobre todo, de nuestras carencias como capital. Necesitamos seguir mejorando porque el encanto se hereda, pero también se crea.