Palencia Entre Líneas

Cuatro apuntes sobre un sentimiento y una forma de vida: la nuestra. Palencia existe, se ve, se toca y se disfruta. Es un modo de vida.

20 octubre 2013

Mejor que no tiemble

IMAGEN: Earthquaketrack
E
sta semana, algunos de compañeros se resistían a creerme, pese a que yo mismo no lo di importancia al momento porque me resultó muy extraño 'eso' que se notó en la calle y que hizo vibrar todo durante un instante. Enseguida vi, en las redes sociales, que la gente andaba inquieta haciéndose las mismas preguntas. Hasta que a las cuatro y media de la tarde, ya hubo quien me envió el enlace del Instituto Nacional de Geología que confirmaba un terremoto de 2,8 grados con epicentro en Alcorcón. Desde Aluche, ¡claro que se notó!
No fue, ni mucho menos, similar a lo que sentimos aquella noche de 1997, en Palencia. Era verano y la cama se movió ligeramente. De no ser porque mi padre, que había llegado hacía poco a casa y aún andaba completamente desvelado, se puso a pasearse por la casa, no hubiera activado mi propio sentido de la alerta. Mis padres hablan con un tono más alto de lo normal. A los pocos minutos, otro temblor. Breve. Se mueve ligeramente la cama y se oye un ruido indescriptible. Enciendo la lamparilla y la lámpara de techo oscila. En el 'Hablar por Hablar' de la SER la gente desdramatiza. Galicia estaba bastante aterrorizada, y con razón, pero allá donde se sintió se tomó como lo que es: una anécdota, sin más. Los que llamaban a esa hora en la radio eran de otras partes y contaban cómo habían sentido el terremoto que echó a la calle a buena parte del pueblo gallego.
Tenemos, pese a todo, la inmensa fortuna de vivir en zonas tranquilas. La península ofrece, por lo general, un gran remanso, salvo excepciones caprichosas de la naturaleza.
La meseta castellana hace vida con tranquilidad, como los castellanos que reposan sobre sus suelos. Todo en uno. A veces el poco o nulo movimiento del subsuelo se confunde fácil con el aletargamiento de nuestra Comunidad, que no sé si tendrá cura o nos viene dado por inspiración divina.
Históricamente hablando, en suelo palentino, siempre se ha hablado de secuelas. El mítico terremoto de Lisboa de 1755 dejó daños visibles en la torre de la Catedral y también en la de San Miguel. No hubo que reconstruirlas como la ciudad portuguesa, pero hubo que apuntalalarlas a conciencia porque corrían riesgo de desplome.
Mi madre, utilizando una lógica 100 % aplastante, y un tanto inquietante, me decía el martes: "Esas cosas, mientras no te tiren la casa abajo están bien sentirlas". Desde luego que siempre le recuerdan a uno a qué mundo pertenece... Pero mejor que el suelo no tiemble, gracias.