Reflexiones desde un solar que espera volver a ser edificado
Nos preguntan hace años, y quizás unos cuántos-bastantes no sabríamos decir exactamente dónde estaba la calle Gaspar Arroyo. Por desgracia, un primero de mayo de hace bien poco toda España pudo ubicarla.
Una calle pequeña, apenas con 5 portales por acera, estrecha, con aspecto viejo, cercana al río y a la Catedral... la calle del "bar de la Vieja" y del "bar del pescador" para muchos jóvenes que bien saben lo que es encontrar un sitio para echar un trago barato el fin de semana. Aunque, para malos tragos, los que, durante estos casi dos últimos años, han tenido que pasar los vecinos de esa calle .
Hoy en día uno se acerca al lugar de la explosión y comprueba cómo la renovación de las fachadas, que las dota de otra luz, y el enorme solar preparado para la construcción de nuevas viviendas, contrastan con los pensamientos que no toman forma cuando se reflexiona sobre cuánto y cómo puede cambiar la vida una tragedia como aquélla.
Se puede leer con cierta esperanza y hasta alegría que, por fin, hay fecha para la colocación de la primera piedra de los tres edificios que van a suplir a los dañados: será el 6 de marzo a las 12 del mediodía. Un acto que contará, como todo el proceso desde la explosión hasta ahora, que sepamos, con la presencia de políticos, de Gobernadores, de consejeros... Es la única pega de que salir adelante tenga que pasar por sus manos, que quizás haya que verles demasiado las caras, cuando lo único que pide el cuerpo es el recogimiento, es que esas casas vuelvan a estar en pie y que se esclarezcan los hechos que, a día de hoy, siguen sin respuesta: ¿Qué demonios pasó con la fuga de gas?
Y cuanto menos ruido, mejor. Pero, lo dicho: es irremediable. Al menos, resulta aliviador saber que ya hay un comienzo del fin antes de volver a hacer vida en una zona que nunca volverá a ser la misma.