Las ganas de volver
A través de la ventanilla, lo primero en recibirnos es el "nuevo Palencia": su nuevo estadio, las nuevas edificaciones, el acondicionamiento de las zonas periféricas para una vida en ciudad más agradable... El color brillante del ladrillo nuevo se funde con las grúas y los camiones que remolcan toneladas de tierra, proporcionando una sensación de que Palencia, pese a todo, progresa y crece, aunque sea muy lentamente. Luego, al entrar en el corazón de la ciudad, nos parece que nada ha cambiado. Enseguida afloran y se acumulan los recuerdos de tantas veces que paseamos por aquellas calles, cuando nuestras circunstancias eran diferentes, simplemente, porque entonces hacíamos vida en ella: el Cuartel, el Instituto, la avenida, la Joy (para algunos, la Éxtasis; hoy, la Show Fame) y la estación de tren. El bus aún mira con recelo la entrada en el andén de los nuevas locomotoras con pico de pato antes de dar un par de giros por el callejero de la ciudad antes de aparcar definitivamente en la casi siempre desierta estación de autobuses.
Uno resopla cuando pisa el asfalto palentino, mira al frente, respira una buena bocanada de aire puro y afronta con alegría y esperanza los días, semanas, horas o minutos que tenga por delante hasta poder pronunciar de nuevo un "hasta muy pronto", impulsado más por las ganas de volver lo antes posible que lo que nos permite nuestra realidad. El mejor síntoma de querer volver y de cariño hacia lo nuestro, es cuando sentimos que, al salir de la ciudad, nos recorre el mismo gusanillo que nos dio la bienvenida al llegar a nuestra tierra.