El verano está lleno de pecadores
Pecadores somos y en pecado venimos a bañarnos en unas aguas saladas (a veces repugnantemente saladas) plagadas, en gran parte, de medusas asesinas. Venimos a tumbarnos en las calentísimas arenas que, vistas a ras de suelo, parecen el humeante circuito de Nürburgring. Y venimos a tostarnos la piel ante un cancerígeno sol que nos obliga a invertir en cremas para que se conviertan en nuestra segunda piel. Todo muy natural, eso sí, porque es el mar y la playa, lejos de la ciudad y del ruido apestoso.
Palencia, territorio fiel a la cristiandad a lo largo de su Historia, recibió de manos de Yahvé el Río Carrión. Un río de agua dulce que desemboca en el Pisuega, de sabrosos cangrejos, y cuya rumba incluye un recordartorio a Su Santidad: "Pero bebiendo vino, nos conoce hasta el Papa, rumba la rumba la rumba, la rumba del Carrión". Todo cuadra.
Pecadores de nosotros, palentinos del siglo XXI, que por llegar ipso facto hasta esa inmensa tentación que es la playa, ya tenemos a nuestro servicio una autovía. Buscamos el camino del mal, vamos a contra natura... y así nos va. Como castigo a nuestro autoplacer, recibimos una dolorosa vuelta al trabajo con nuestras obligaciones. Nos lo merecemos.