Palencia Entre Líneas

Cuatro apuntes sobre un sentimiento y una forma de vida: la nuestra. Palencia existe, se ve, se toca y se disfruta. Es un modo de vida.

10 enero 2014

Los impuestos

Ha comenzado 2014, el año previo al de las bajadas de impuestos y demás cosas que el Gobierno no quiere hacer hasta que haya elecciones para evitar que el pueblo llegue a las urnas sin una gota de oxígeno. Pero eso será otro año. Toca hablar del que acabamos de empezar, en el que, por desgracia, no se van a producir las rebajas prometidas en el IRPF, sí aumentan las cuotas a la Seguridad Social para autónomos, y habrá menos parados, más después de conocer que el 80% de los jóvenes españoles están dispuestos a aceptar cualquier tipo de trabajo. Es que, además de no rebeldes, somos sumisos. No hay nada como un pueblo sin herramientas y con hambre.
En medio de ese país asfixiado y en pleno declive económico, existe un lugar donde parece que el tiempo se da una tregua. El lugar se llama Palencia. Hay otro, cerca, que se llama Zamora. Son las dos únicas capitales de la región donde, sorprendentemente, y contra todo pronóstico, no han subido los impuestos municipales. Para una ciudad como Palencia, donde, decían, había un agujero grande que había dejado el anterior alcalde socialista, o ya se han subido demasiado los impuestos, o le echaron literatura a su llegada.
Para tener tan claro el discurso de la herencia recibida, sorprende sobremanera no haber seguido el ejemplo que marca Moncloa a nivel de impuestos. Sorprende poco, o más bien nada, que Palencia siga siendo una ciudad barata para vivir, pero también es verdad que no da para más. Somos como aquella comunidad de vecinos donde cada uno pone 40 € al mes y se van cubriendo los gastos del mes a mes, hasta que toca cambiar el ascensor o la luz la suben demasiado, pero que no aspira más que a seguir llevando una vida plácida hasta el final de los días.
Eso es bueno si concebimos Palencia como lo que es, salvo que, algún día, se demuestre lo contrario: una bonita ciudad residencial que vive de los servicios y, en buena parte, de la industria. O, mejor: de FASA. Una ciudad de la que los jóvenes emigran a otras ciudades a seguir aprendiendo, si su futuro no está en la caja de Carrefour, cuidando enfermos en San Luis o controlando puertas de 'Renaules'.
Mientras no pasemos de ese estatus, está más que bien que Polanco, al menos este año, no haya hecho lo que viene siendo una tónica habitual del que preside el Gobierno. Con la que cae, es raro que un dirigente del PP no suba más las tasas. También es verdad que el crecimiento no está unido a los impuestos, pero ése es un letargo del que parece que nos cuesta despertar.