Pues como siempre

Palencia vuelve a la calma. Una vez pasadas las fiestas, más cuando acaba el veranillo de San Miguel, todo parece seguir por los mismos derroteros que siempre.
Los días se hacen cada vez más cortos, caen las primeras lluvias, vuelve a oírse el mismo griterío de siempre a la misma hora de siempre, la del recreo, en los patios de los colegios de siempre... cada vez con menos niños y con la sensación de que, por más pisos que se levantan, Palencia se muere.

Las calles céntricas se llenan de coches en las horas puntas... Los currantes siguen en sus mismos trabajos de siempre, con los mismos problemas de siempre y, muchos por desgracia, con el mismo sueldo de siempre.
Los políticos empiezan el curso, con el mismo afán de siempre, trabajando en cada pleno, en la Sala del Ayuntamiento de siempre...
El Palencia vuelve a las andadas, como casi siempre... Como este año las cosas no le vayan bien, a La Balastera acabarán yendo... los de siempre.
“Todo fluye, nada permanece”, decía uno de los presocráticos. Pero no es eso lo que se recoge de la imagen de nuestra ciudad. Estamos los que estamos, somos los que somos... Parece que los mismos estamos siempre.
Salvo nueva catástrofe, en Palencia todo va a seguir igual. ¿Falta de ilusión? ¿Conformismo? ¿Quizás estamos inmersos de lleno en un largo proceso hacia algo y el movimiento es tan lento que parece pasar desapercibido?
Hasta incluso la Fasa, que ha pasado por algún bache hace no mucho, parece volver a la misma producción... de siempre. A corto plazo, no llegará el TAV, no se verá el Palacio de Congresos, no hay previsto ningún plan de ampliación del polígono industrial... Palencia sigue como siempre.

Sí se mantiene la misma calma, calidad de vida, tranquilidad, aire puro, el llegar a todas partes, la cercanía de sus gentes, el mismo buen ambiente cada fin de semana. Pero al fin y al cabo, ¿esto no es lo de siempre?