La magia del domingo noche
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Si es invierno, les hay que ni salen y ni tan siquiera se desprenden del pijama aunque ese día toque paella en familia y postre especial. Si es verano, mientras a algunos les lleva más de lo previsto bajar la basura,

La soledad con la que se produce un paseo a esa hora, por ejemplo, por la Calle Mayor, sin auriculares, se acompasa con el repicar de las suelas bajo los soportales y, a la vez, con el gozo efímero de pensar de que la calle, en ese momento, no es más que del que camina. Aunque siempre quedará el run-run del Club 38 para devolvernos a la vida real y ver que, de verdad, el domingo también puede ser un día de celebración si la compañía lo permite.
Nunca el tránsito de un coche fue tan significativo: ¿dónde irá, a estas horas? Nunca encontrarnos a algún otro alma vagante fue tan enigmático: ¿qué hace aquí? Y nunca el silencio se hizo tan rotundo ni los sonidos más insignificantes tan llenos de contenido. Nunca antes nadie se da cuenta, incluso desde el vial, de que pasan tantos trenes de mercancías rompiendo, con su monstruoso traqueteo de hierro y cargamento, a Palencia en dos partes divididas por un telón de estruendo.
Palencia, por las noches, no las de fin de semana, huele a café y, según qué rincones, a panadería, aunque cada vez existen menos hornos en el casco urbano. También huele a verde si se pasa cerca del río. Y si lo cruzamos, desde un poco más allá nos damos cuenta de que la ciudad duerme muy profundamente. Seguro que la torre de San Miguel, colosal desde el horizonte, ronca aunque no la oigamos.
También existen a esas horas las historias del que acaba de terminar la guardia o va a empezarla, del que viene de cerrar el bar, del que reparte los periódicos, del que no tiene sueño, del que coge el coche porque tiene que marchar o del que bebe en soledad sea domingo, martes o el Día de los Difuntos porque su vida es una completa mierda.
En unas horas comienzan a sonar los despertadores. Los autobuses de la Yutera y los que van a Valladolid se llenarán de estudiantes, los bancos de pagadores, el paro de luchadores y otra semana más que llega:
- ¡Verano otra vez, ay, hija, cómo se va el año! ¡Uf, con este calor no hay quien pare!
- Pues prepárese que aún no ha llegado el verano de verdad, que estamos acabando mayo - le dice la dependienta, sonriente, mientras le da las vueltas de la compra.
- Bueno, y... ¿no dicen, bonita, lo de que hasta el cuarenta de mayo...? A ver si da tregua porque nos vamos a achicharrar.
Feliz lunes.
